martes, 20 de septiembre de 2011

Día 2 (20/09): Londres


La ducha estaba aún más caliente que el día anterior, con lo que tuve que bajar completamente mojado a la de abajo.
Convencido de no volver a probar el desayuno cutre del hotel, engullí un English breakfast como Dios manda (esto es, compuesto de tomate, huevo, beans, salchicha, bacon, champiñones, pan con mantequilla y té -para que no se diga que engorda-) en The Shakespeare, una taberna frente a Victoria Station. Nuevamente, tenía toda la mañana para mí solo, con lo que cogí el metro hacia Trafalgar Square, escuchando (no podía faltar) a los Beatles y su Rubber Soul. Resulta impresionante cómo la Columna del almirante Nelson, el más grande de los marinos británicos, parece dominar sobre la ciudad; aunque se encuentra inmortalizado con un solo brazo, dudo que muchos ingleses sepan en dónde perdió el otro.
A continuación, visité la National Gallery. Me impactó el hecho de que una de las colecciones de arte más grandes del mundo, que abarca desde el gótico italiano hasta el postimpresionismo francés, fuese gratuita para todo visitante. Para recrearme en el ambiente, iba escuchando Ecce Cor Meum, un disco de música clásica más que decente compuesto por Sir Paul McCartney.
Tras más de dos horas entre pinturas, me dirigí hacia Charing Cross, compré al fin mi billete de tren para Leamington Spa y cogí el metro hacia Oxford Circus. Allí, comimos (nuevamente) en Pret A Manger. Seguidamente, entramos en Top Man, para desconsolarme con la mejor colección de ropa que he visto nunca. Allí, en la sección de segunda mano, se encontraba nada más y nada menos que Clémence Poésy, la actriz francesa que encarnó a Fleur Delacour en Harry Potter. Tras recuperarme del impacto que supuso ver en directo a una de las sex symbols de mi adolescencia, volvimos a Oxford Street, visitamos unas cuantas tiendas más, callejeamos, tomamos un té, me desconsolé con ropa de Fred Perry, Merc y Barbour
El enésimo impacto de la tarde llegó cuando encontré una Gibson acústica del ’69 en una tienda de guitarras. Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no vender mi alma a los Dioses del Rock y comprarla; supongo que antes de decidirme por la primera guitarra que veo debo probar unas cuantas y hacer la inversión correcta, pero el carisma que emanaba tanto de sus cuerdas como de su madera gastada todavía abruma mis sentidos.
Luego volvimos al hotel. Desde la primera planta se notaba un calor anormal, cuyo origen descubrimos en el quinto piso, al toparnos con uno de los vecinos italianos duchándose con la puerta abierta… esa gente debe de estar hecha de otro material.
Para variar un poco, cenamos el sushi que habíamos comprado en Oxford Street.


2 comentarios:

  1. Me alegra seguirte por aquí. El diario es divertidísimo.
    Un abrazo

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  2. Clémence Poésy... Maldita sea, ya podías haberte encontrado a Camilla Parker, carajo. Yo me sentiría mucho mejor con mi vida banal e insulsa. Pero bueno, dile que no se mueva de ahí a esa belleza gala, que en breves te toca escribir una entrada con más protagonistas grumete. Por cierto, más que adecuada la banda sonora de tus andanzas. Y las más de dos horas en la National es un punto a tu favor muy importante. (L)

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